Relájense,
enfunden las armas, salgan de sus bunkers, y vuelvan a las calles. Los muertos
vivientes han sido curados y serán puestos en libertad gradualmente para intentar
retomar sus vidas. Esto es In the Flesh, donde los muertos vivientes ya no son
lo que eran, bueno, en realidad ya no son ni zombies. Su creador, Johnny Campbell, ha sido capaz de encontrar
una cura al temido virus y dar así un nuevo giro al fenómeno zombie. La
violencia y el gore propios del género dan paso a un sesudo serial acerca de la
intolerancia y de los prejuicios de una pequeña comunidad tradicional.
Campbell
muestra lo que nunca hemos llegado a ver en las películas de George Romero ¿Qué
es lo que sucede tras el Apocalipsis? ¿Cómo se reagrupa la comunidad cuando
cesa la amenaza? In the Flesh nos acerca a la realidad de una comunidad trastornada
tras tener que luchar contra sus propios muertos, resucitados inexplicablemente
un fatídico amanecer. El protagonista, Kieren Walker, debe volver al hogar tras
ser reanimado y seguir un preciso tratamiento para no transformarse en un
zombie de nuevo. A su vuelta experimentará el rechazo de una comunidad que
sigue los dictámenes de un intransigente sacerdote y de un grupo de vecinos
armados.
En In the flesh parece que nada ha cambiado tras
la lucha contra los muertos vivientes. Esa sociedad patriarcal e inmutable que
retrata Campbell sigue estando legislada por la ley del rifle. Son las armas
las que continúan marcando la fina línea existente entre el orden y el caos. El
rifle es, al fin y al cabo, el medio por el cual salvaguardar la seguridad del
núcleo familiar, por ende el de la comunidad, y de proteger la propiedad. De
hecho, en la serie hay varias escenas en las que se recalca el sentido de
propiedad y de allanamiento y en el que los propietarios acaban esgrimiendo un
arma con el fin de expulsar al intruso.
Mientras
que In the flesh acaba siendo una sátira social donde los patriarcas de la
comunidad acaban pagando con su propia moneda las consecuencias de la ley del
rifle, nos encontramos al otro lado del charco con la otra cara de la moneda: el
fenómeno The Walking Dead. Rick es el
líder de un grupo de supervivientes que vagan por las yermas ruinas de la
civilización norteamericana. Gracias a su experiencia como policía, pronto se
alzará como el líder del grupo y, por ello, no se deshará de su uniforme de
Sheriff hasta la tercera temporada. Es aquí donde comienza la decadencia psíquica
del personaje, algo que afectará notablemente a la unión y supervivencia del
grupo, llegando Rick a ser puesto en duda como líder. Aún así, su hijo Carl
mantendrá parte del uniforme de su padre (sombreo y pistola). Es este el
símbolo, junto al arma, de la ley de los últimos hombres; aquellos que han
optado por formar pequeñas comunidades, a modo de las primitivas comunidades
cristianas, para sobrevivir. Ley y religión ya habían acabado unidos de la mano
durante la segunda temporada con el tandem Rick y Heshel, el mojigato anciano
temeroso de Dios que vivía apartado junto a su familia en una granja.
Viendo esto, resulta imposible no pensar en
una sociedad tan problemática como lo es la norteamericana. Desde sus inicios, Hollywood
ha reflejado el sentimiento estadounidense hacia ese derecho sagrado y
constitucional a través del Western, género donde el relato se construye a
través de la importancia de la propiedad privada. El meta-relato americano
habla de los inicios de una nación que se está construyendo mediante el rifle,
el único medio de defender la tierra y
de salvaguardar la seguridad de la comunidad por medio de la destrucción
de una raza. Puede parecer muy descabellado comparar al pueblo indígena con las
marabuntas zombies de The Walking Dead, pero suponen, al fin y al cabo, un
medio por el cual cimentar el sagrado derecho yankee de ir armado. Ya sea la
amenaza india, comunista, terrorista o chechena... bendita sea la Novena Enmienda.
PUBLICADO EN CINEMASCOMICS.COM: http://www.cinemascomics.com/in-the-flesh-la-reanimacion-de-los-muertos/
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