¿En qué momento nace
la idea de hacer “Magical Girl”?
Nació cuando
estrené mi primera película “Dyamond
Flash”, volví de Sitges con la necesidad de grabar otra película. Me plantee realizar
un filme incluso más pequeño que “Dyamond Flash”, con menos dinero; quería
rodar ya. Empezamos a escribir una historia con una estructura narrativa muy
sencilla; una cadena de chantajes, muy de cine negro, algo que pudiera
desembocar en algo emocionante. Poco a poco la historia fue creciendo y cuando
me invitaron a Francia conocí a Pedro, el productor, y cuando la presenté la
idea fue cuando la película empezó a crecer. Llegaron inversores, el guion fue
desarrollándose de otra manera y todo se hizo más grande.
¿Cuál es tu método a
la hora de dirigir a los actores de tus películas?
Es un método muy
abierto puesto que nunca explico a los actores el pasado de los personajes a
quienes interpretan. Es un proceso que deben completar ellos. A los actores
suelo explicarles que sus personajes son ellos mismos pero en realidades
alternativas; han nacido en otro sitio y vivido de otra manera, por lo que son
totalmente diferentes. Por ejemplo, qué pasaría si José Sacristán en vez de ser
actor hubiera sido profesor en un colegio. Es lo que yo busco, que no dejen de
ser ellos, que sean ellos pero con otras circunstancias.
Teniendo en cuenta tu
experiencia como historietista, ¿De qué manera han influido los cánones de la
novela gráfica en “Magical Girl”?
Tanto en “Dyamond Flash” como en “Magical Girl” ha influido
en el storyboard , en diseñar los
carteles de las películas y en la composición de los planos. Me gusta confiar
en el plano, no moverlo demasiado para que el actor sea el que complete la
emoción de lo que sucede dentro de ese plano, que no sea un ejercicio de estilo
sino que sea el actor el que haga que resulte interesante. El tema de dibujar
me ha venido muy bien, más que para dibujar el storyboard, que sería lo más
obvio, para aprender a sintetizar las ideas con imágenes y entender la película
con un trazo; si Nacho Vigalondo explicaba “Los cronocrímenes” con una
línea recta, mi película puede
explicarse con un trazo que va formando un cuadrado, como una cadena de
chantajes que acaba de manera cíclica. Sobre todo, lo que más me ha influido ha
sido trabajar en prensa porque tienes que dibujar conceptos.
¿En qué momento te
planteaste pasar de la viñeta al cine?
Fue algo que se fue solapando, siempre me gustó el cine pero
nunca me ha gustado estar rodeado de mucha gente por lo que no me planteaba ser
director. Entonces en 2008 me dio por coger la cámara de vídeo, siempre quise
hacer cortos, y empecé a grabar a mis amigos y familiares. Poco a poco fui
haciendo cosas e incluso gané un premio del Notodofilmfest. Luego vino Dyamond
Flash y acabé haciendo “Magical Girl” y compitiendo en el la sección oficial
del Festival de San Sebastián.
El final de la
película puede catalogarse como de no acto para personas sensibles ¿Tuviste
siempre claro ese final o te lo llegaste a replantear?
Sin duda tenía que ser así. Es un riesgo que corres cuando
tomas decisiones de guion y es un final que debía ser así, debía tocar al
espectador y conmoverle, estremecerle o romperle. Al fin y al cabo vas al cine
a sentir. Yo voy al cine a sentir, a interactuar con los personajes. Me gusta
sentirme removido de alguna manera, conmovido o destrozado cuando veo una
película. Hubo un momento que propusieron cambiar el final pero no encajaba.
Tampoco es un final tan amargo, de alguna manera la esperanza gana mediante ese
juego de miradas, en esa mirada mantenida, que hay al final de la película.
¿Podría decirse que
es una película sobrenatural?
No es una película sobrenatural porque no habla sobre lo
metafísico, pero sí que lo es en cuanto a que habla sobre los misterios que
existen dentro del ser humano. Me gusta mucho “La posesión” de Andrzej
Zulawski, una película que utiliza lo cotidiano para hablar de lo sobrenatural,
de lo extraño. Muchas veces cuando ubicamos lo sobrenatural en un contexto de película de terror ya sabes a que género
pertenece y lo que ocurra durante la película no supondrá ninguna sorpresa ¿Y
si está ese terror dentro de la cotidianidad y del día a día como por ejemplo
hacía Kubrick con el hotel brillante de “El Resplandor”? Yo creo que en
“Magical Girl” lo sobrenatural existe dentro de los personajes y de las
decisiones que toman.
La película es una
mezcla de géneros donde sobresale el noir
¿Qué referencias de cine negro tenías cuando rodabas “Magical Girl”?
A mi por ejemplo me
gusta mucho, en cuanto al tono de sus películas, el cine de los Cohen; como lo
luminoso y lo oscuro chocan en un contexto de patetismo. Por supuesto me gusta
Tarantino, en cuanto a los diálogos y lo giros narrativos y la sensación de
sorpresa constante en sus películas, pero sobre todo me gusta mucho Jean Pierre
Melville, creo que es, en cuanto al tono de las películas, lo que más se parece
a lo que yo hago; los colores, el ritmo, el tono. Me fascina “El círculo rojo”
que tiene también una atmósfera sobrenatural. Me encanta Melville, creo que es
el gran maestro del cine negro. Además, no es cine pero me cautiva la
literatura de misterio japonesa, sobre todo la de Rampo Edogawa. De hecho, el
buscador que utiliza en su ordenador Luis Bermejo se llama Rampo por él, es una
especie de easter egg que meto en la
película. También hay otras referencias a este tipo de literatura como la
música de los créditos finales o la puerta del “lagarto negro”. También me
encanta Mishima.
![]() |
Fotograma de "El círculo rojo" |
¿Por qué crees que se
está haciendo tanto cine de género (noir,
western, ciencia ficción) en España?
Creo que el cine de
género conecta con el público. Todos entramos en el cine para emocionarnos de
alguna manera y queremos ver cosas nuevas y distintas, que se alejen de la
cotidianidad porque bastante jodida es la vida como para que vayamos al cine
para ver lo mismo. Creo que es un modelo, no sé si consciente o
inconscientemente, estamos importando de otras cinematografías como la
surcoreana, donde se hacen muchos filmes de género que a la vez retratan en
segundo plano la cotidianidad de Corea. No hacemos películas a la americana, es
la adaptación de cada país al género, es lo que hace que funcione. Ahora con
“El niño” o “La isla mínima” el género se encamina hacia realidades conocidas y
es más cercano al público.
Dyamond Flash tuvo un
presupuesto de 20.000 euros, ¿Crees que pueden contarse grandes historias con
presupuestos pequeños?
Por supuesto que sí, al fin y al cabo la historia no depende
del dinero con el que puedas contar; escribir un libro cuesta muy poco dinero,
sin embargo puede contar magníficas
historias. La clave del cine no tiene tanto que ver con el presupuesto sino con
saber utilizar los límites que te ofrece la propia imagen real, entender que el
cine es imagen y que lo que hay que contar hay que hacerlo a través de la
imagen que es mucho más sutil que la palabra porque cada espectador puede darle
un significado diferente.
¿Te plantearías hacer
una película con un gran presupuesto o te gustaría por el contrario mantenerte
como un cineasta low cost?
Buscaré siempre hacer la película con el presupuesto
ajustado respecto a la historia que yo quiero contar. Si yo consigo hacer
películas de veinte millones en las que perdura la esencia de lo que yo quiero
contar, la haré de veinte millones. No pienso a nivel económico sino que pienso
a nivel narrativo, por lo que buscaré hacer la mejor película posible. Si para
hacer una película de veinte millones tengo que sacrificar el tipo de historia
que quiero contar, no la haré.
¿Cuáles crees que son
los problemas de la crisis cinematográfica en España?
Yo nunca he sufrido la crisis porque antes tenía trabajo
como historietista y después mis dos películas fueron financiadas con dinero
privado. Sé que hay compañeros y productoras a los que sí les ha afectado la
crisis pero yo nunca he tenido ese problema. Dejando a un lado el precio de las
entradas o el problema de la piratería, creo que como realizadores debemos
hacer un ejercicio de autocrítica porque cuando hacemos una película que le
interesa al público ellos van, responden; han ido al cine para ver “El niño”,
también para “Ocho apellidos vascos” o “La isla mínima”. Yo creo que deberíamos
preocuparnos por hacer películas que funcionen. Es una responsabilidad nuestra,
no debemos echar balones fuera sino que hay que asumir esa responsabilidad y
hacer buenas películas. Desde aquí ya hay que negociar, pero siempre con el
respaldo del público; siempre pongo el ejemplo de “Gladiator” porque el
protagonista, a pesar de sus ansias de venganza por ver morir a su familia,
debe esperar a tener el favor de Roma para contraatacar.
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